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De Vicente Hernaiz, un admirador de la forma de correr Niki Terpstra y un amante del diseño gráfico

Vicente Hernaiz es otra de las caras nuevas que presentará en 2020 el proyecto sub23 de la Fundación Alberto Contador. El ciclista vallisoletano, que llega procedente del Eiser Hirumet vasco, es uno de esos corredores que recala en el equipo con un importante bagaje formativo previo que le ha llevado a pasar por todas las categorías y competir en formaciones fuera de Valladolid.  “Pues echando la vista atrás llevo la friolera de once añitos ya compitiendo. Me inicié en las escuelas y fui dando pasos hasta recalar ahora en la Fundación Alberto Contador, donde llego con muchas ganas. Tenía muchas ganas de venir, pero en ningún momento que tuve claro que me fueran a llamar. Cuando se pusieron en contacto conmigo Rafa Díaz Justo y Félix García Casas fue un momento especial. Ni me lo pensé, por supuesto”, explica Hernaiz.

El pucelano llegó al ciclismo por la casualidad de que el padre de uno de sus mejores amigos era cicloturista. “Él se apuntó a una escuela y me animó a que yo también lo hiciera. Y desde entonces, hasta ahora. Pasé por las escuelas de Juan Carlos Domínguez y con ellos estuve cuatro años. Luego, como cadete, corrí en el Tinlohi. De ahí pasé al Fundación Laciana de León, al MMR y luego ya como sub23 estuve dos años en el Escribano ante de llegar a Eiser”, recuerda. En el MMR coincidió con dos de los que serán sus compañeros, Edu Pérez-Landaluce y Yago Segovia. Tan dilatado periplo, sin embargo, no tuvo nunca un fin concreto con sueños de profesionalismo.

“Sinceramente lo que más me gusta es disfrutar de la bicicleta. Mi ilusión de ser profesional es relativamente reciente, nunca me lo había planteado en serio. Siempre estaban esas dudas del ‘¿pero yo valdría?’. Me convencí este año encadenando muy buenas competiciones en Legazpi, en el Macario y en la Vuelta al Bidasoa. En la Copa de España anduve muy bien y en Bidasoa me vi peleando delante, en una carrera durísima con un nivel muy alto y rodando ahí entre los quince de delante; aunque perdí mis opciones en la misma caída en la que también se fue al suelo Alejandro Ropero yendo de líder. Tras esas carreras realmente pensé que sí, que puedo ser profesional algún día”.

Su actuación un par de meses después en la Vuelta a León fue el broche. “Hice segundo al sprint en una etapa tras arrancar a 700 metros de la línea de llegada, otro día me involucré en una escapada y estuve en cabeza casi 140 kilómetros, otro día estuve remando 100 kilómetros… Esa regularidad creo que fue fundamental para acabar recibiendo la llamada del equipo”.

Cuestionado por su perfil como corredor, Hernaiz sorprende con la respuesta clara, concisa e inmediata: “Soy un clasicómano que sube bien. Soy un ciclista rápido. Siempre digo que mi perfil es un poco el de Philippe Gilbert. En España al final necesitas subir bien y ser rápido para lograr resultados, es una cuestión del tipo de carreras que se organizan aquí.  No hay carreras de velocistas puros, tampoco abunda ese perfil de sprinter puro y duro. Este año estuve compitiendo en Francia, en pruebas llanas, era sorprendente la gran velocidad, la gran selección que provoca junto al viento que pueda soplar. Al final son sprints mucho más reducidos de lo que pueda parecer”.

No es su ecosistema prodigo en altas montañas donde entrenarse. “Aquí las subidas son de cinco minutos y cuando pega el viento las rachas son muy fuertes y muy continuas. Toca coger el coche para ir al pie de Navacerrada que me coge a una hora. En ocasiones me acerco también a la zona de Aguilar de Campoo o bajo hasta Ávila. Al final tienes amigos en muchos lados y puedes planificar entrenamientos en compañía”.

A Hernaiz, sin embargo, no es el belga el ciclista que más le inspira, sino un excompañero de equipo del excampeón del mundo y ganador de cuatro de los cinco monumentos: el neerlandés Niki Terpstra. “Posiblemente sea el ciclista que más me ha gustado. Cuando arranca es distinto a todos los demás. Cuando anda, anda muchísimo. En sus años buenos ha hecho carreras espectaculares. Acabó ganando tres carreras de mucho nivel, Le Samyn, E3 Harelbeke y Tour de Flandes, en 2018 de forma consecutiva y firmando arrancadas lejanas. A mí, desde luego, me gusta correr así”.

El nuevo corredor del Kometa Cycling Team sub23 cursó dos años los estudios de Ingeniería Mecánica en Valladolid, pero no le resultaba fácil compaginarlo con la competición. “Era un problema de carga mental más que de carga física y opté por parar. Algún día quiero retomarlo.  No quería dejar de formarme y como me gusta muchísimo el mundo del diseño gráfico, un campo donde mi padre lleva trabajando 25 años, hice un curso el año pasado. En un proyecto que teníamos que presentar de infografía me animé y hice una simulación basándome en Gobik. Y desde entonces he ido haciendo mis pinitos, diseñando pegatinas y adhesivos personalizados u otros encargos. Algunos corredores del pelotón los llevan, como Edu Pérez-Landaluce o el británico McCarty, del EF. También he diseñado equipaciones para algunas grupetas. Es un mundo que me gusta mucho”.

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